La arquitectura, como la carne, está sujeta a un inevitable proceso de degradación. Los cambios socioculturales, los intereses económicos, las políticas públicas -o su ausencia-, la desidia, junto al agua y el fuego, fueron los artífices de la descomposición material de la arquitectura del mercado de Concepción. Un registro superficial de su piel, da cuenta del proceso de degradación de un cuerpo quemado y abandonado a la intemperie en pleno proceso de desollamiento hacia su fosilización, la cruda anatomía de una desaparición.